24/11/17

A un político insigne, líder de la nación, padre de la patria

Eres un cabrón hijo de la gran cerda
Un zafio, un gañán, un arrogante,
Un estafador, un fullero, un mangante,
Un ladrón de guante marrón de mierda.

Enano mental que retuerces razones
Desde un falso moralismo enteco
Y apestas a la sangre de morueco
Con que en privado te untas los cojones.

Trepado al mástil de la bandera
Te cagas sobre la multitud de idiotas
Que una y otra vez y otra, te votan
Y te disculpan que les robes la cartera

Ni por un momento lo dudan, los muy lerdos:
Que eres el elegido, el ungido, el supremo,
El salvador de la patria, defensor del pueblo
Pero si hasta tú tienes el cuajo de creerlo.

No, ahora no vuelvas la cabeza,
Sabes que es a ti a quien me refiero.
Ojalá mueras como un cerdo
Y tu cadáver se lo coman los perros.

23/11/17

Balada de la ciudad que fue

Desaparecieron
las adoquinadas calles de mi infancia,
sus fanales de luz amarilla,
sus pequeñas tiendas umbrías,
sus bares de radio y dominó, salas de estar del barrio;
sus limpiabotas, sus serenos,
sus niños jugando a la pelota
junto a la fuente de agua.
Ahora,
una baba negra de asfalto cubre los adoquines,
una luz azul de neón hiela los escaparates y los bares,
y el mercado de abastos ya no huele a fruta y a pescado;
ahora es un supermercado
de productos Nestlé y Monsanto retractilados en plástico.
Y ya no hay cines, ni librerías, ni castañeras, ni kioscos,
ni zapateros remendones, ni talleres de reparación de radios.
Desaparecieron las prostitutas de Las Ramblas,
las pajarerías también han cerrado,
las castañeras sudan en manga corta,
en los balcones ya no hay geranios,
ni sábanas secándose al sol en los terrados.
Y los vasos de cristal ahora son de cartón,
o de papel, o de plástico,
y los que siempre fueron mis vecinos se han mudado,
ahuyentados por alquileres demasiado caros.
Esta ya no es mi calle, ni mi ciudad, ni mi barrio;
mi ciudad ya sólo existe en el pasado.
Esto sólo es un decorado
donde los turistas abrevan, defecan y se toman fotos
entre franquicias de comida rápida
y tiendas de souvenirs o de helados,
y los especuladores se frotan las manos,
contentos por las posibilidades del negocio 
de vender pedazos de la carcasa
del cadáver de  nuestro pasado enterrado.