26/11/15

Mi patria eres tú

Tu cuerpo será mi patria verdadera,
por siempre habitaré en un país
de blandas lomas y tibias praderas.
Quiero recorrer mi patria entera;
subir a las colinas de tus pechos,
caminar por el valle de tu vientre,
escalar la cordillera de tus caderas,
pasear por las playas de tus mejillas,
bucear en el mar de tu boca
para pescar el leviatán de tu lengua,
y perderme en el interior
del bosque perfumado de tu melena,
de la jungla tropical de tu pubis,
de las hondas cavernas de tu entrepierna.
Habitaré en mi país con mis manos,
con mis labios, con mi lengua
y con mi pene, que será
el mástil de mi bandera.

24/11/15

La playa de los peces muertos

Sobre la arena sucia, parda,
Entre algas, condones y latas,
brillan su podredumbre pequeños cuerpos de plata
que miran al sol asombrados con un solo ojo sin pestañas.
El mar, envenenado, ha vomitado
La vida que atesoraba.

16/11/15

Frankenstein

Dios ama a todas sus criaturas.
Pero yo no soy una de ellas.
Mi creador es mezquino,
mi creador es humano.
Y me repudió.
Dios encargó al hombre que diera un nombre
a todas las criaturas.
Mi creador no ha juzgado oportuno
Darle uno a la suya.
Pero lo prefiero así, porque innominado
es más fácil ser olvidado.
Mi creador me hizo más que humano
y la humanidad, como él,
me ha repudiado.
Pero ahora que sé de lo que sois capaces
Creo que he salido ganando.

9/11/15

Drácula

Dios no existe, el diablo no existe.
En el cielo y en el infierno no hay más
que sendos tronos vacíos.

Yo era ambicioso, aún lo soy;
Iba a conquistar, gobernar, dominar sin mesura.
Sería más que Julio César, más que Alejandro Magno.
Ni siquiera la muerte podría detenerme:
yo vencería a la muerte. Ya encontraría el modo,
pensaba. Y lo encontré.

Dios no existe, el diablo no existe.
En el cielo sólo hay un trono vacío,
y en el del infierno me siento yo.

Pero ahora he descubierto que
la inmortalidad es una condena.
Porque la vida es cambio, renovación,
y es la muerte lo que hace girar su rueda.

sólo lo que no está vivo no puede morir.

5/11/15

Centro comercial

El infierno huele a cerveza barata, a aceite de palma
donde se han freído demasiadas palomitas rancias,
a desinfectante industrial, a colonia, a sobaco y a colorante alimentario.
En el infierno los demonios sudan vestidos de tergal, y los condenados
se pasean en rebaños, maqueados
con bermudas, chanclas, sandalias, camisas hawaianas,
gorras de visera, inevitables camisetas
estampadas con estúpidas gracietas;
luciendo adiposidades tatuadas, imaginativos peinados,
pulseras de plástico, anillos de alpaca, cadenitas  y cruces de plata,
individualizados pero adocenados, empapuzados
de sacarina con soda, bocadillos de sebo, gominolas y helados.
El infierno está adornado con mármol impostado, plantas de plástico y
tubos de aluminio cromado.
El infierno está lleno de escaparates exageradamente iluminados,
atiborrados
de refulgentes ornatos, inútiles juguetes caros,
vanos caprichos tecnológicos de brillo dorado, de brillo perlado,
de intenso lustre anaranjado.
Al infierno se desciende por escaleras mecánicas.
Del infierno no se sale nunca, es un espacio cerrado,
una catedral sin ventanas, un pequeño universo ensimismado.
El infierno son los otros, como dijo Juan Pablo,
pero estás fatalmente condenado a él. Acaban
de construir uno cerca de tu barrio.

4/11/15

Niño muerto, cenizas al viento

Es mejor que te abroches bien los zapatos,
pero igualmente se te llenarán de arena
una vez hayas bajado
por las lacerantes rocas de espuma gris como la ceniza que hace sangrar,
una vez estés de pie
donde rebaños de ovejas ronronean como grandes gatos cansados de lamer la yerta soledad dorada
y las esponjosas melenas verdes
con sus lenguas cansadas y azules
cubiertas de saliva blanca.
Más tarde, cuando el viento dibuje  en tu piel con su lápiz frío
y el ocaso acaso se desparrame como la yema herida de un huevo roto,
ella bajará a la playa deslizándose etérea sobre
una concha de Venus tornasolada de aceite o de semen
meciendo un cráneo de cobre bruñido.
Y el cerebro  será una pálida tos,
y el niño tratará de volar hacia los chillidos blancos,
pero el polvo muere y muerde y desciende con desgana inevitable
dibujando el fantasma de un castillo gris
 en el aire de la habitación cerrada del niño muerto en la playa,
siempre la playa.


2/11/15

Enterradme en el mar

Cuando muera enterradme en el mar,
donde no alcance la jarcia
ni la red de profundidad.
Mi carne alimentará a los cangrejos,
mis huesos se volverán de coral,
y el agua diluirá mi esencia.
Y una vez asimilado
por los seres que lo habitan
—de la anémona al lenguado,
de la perca al narval—
se expandirá mi consciencia
por ese infinito azul de sal,
desde la glauca superficie
hasta la oscuridad abisal.
Entonces, de mi fango libre,
con mil ojos podré contemplar
ese silente universo atemporal
al que perteneceré para siempre.
Cuando muera enterradme en el mar,
bien hondo, donde el ancla se pierda.
No me hundáis en la tierra
Que abonáis con vuestra mierda.